CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

lunes, 22 de julio de 2013

BENDITAS MANOS

BENDITAS MANOS



Cuando todo se hizo oscuro para la señora, cesó el dolor total. La oscuridad duró solo un instante, pues de pronto tuvo la sensación de ser conducida a una velocidad vertiginosa, por un conducto cilíndrico lleno de curvas en subidas y bajadas. Fueron en esos momentos de transito cuando por su mente pasaron todos lo momentos de su vida, los buenos y los malos. 
El fallecimiento del esposo, la alegría por los hijos, todos los momentos tristes y gozosos de la vida; el dolor causado por el fallecimiento de un nieto a una edad muy temprana…etc. Todo fue un flash tras la oscuridad. Pero cuando ceso su largo viaje, comenzó a percibir una realidad sobrenatural. Sintió  como si cambiara su existencia. Como si fuera ella misma, pero sin ser ella. 
Le cegó la claridad de un resplandor al se sentía atraída sin posibilidad de escapar. Pero era un resplandor de paz, de sosiego, de quietud. Lo primero que sintió fue la ausencia de angustia, por los suyos y por ella misma. Los últimos días de su vida en la tierra, fueron un dolor para toda la familia. Aunque su estado le hacía estar ajena a su degeneración física y las terribles heridas causadas por el desgaste de su cuerpo, la medicación no la apartaba totalmente de la existencia, pues tenia sensaciones que percibía en torno a ella. 
La atención y cariño de sus hijas e hijos, las visitas y los besos de sus nietos, los cuidados de los profesionales de la salud. Sobre todo, la señora recordó el tacto de unas manos. Las de una enfermera. 
Benditas manos, dijo como acción de gracias, ante aquel resplandor que la cautivaba, ahora llena de paz y de serenidad.  Benditas manos que curan al enfermo. Benditas manos que con su tacto, restituyen la dignidad al abatido. Benditas manos que ofrecen sosiego al dolor. Benditas manos que dejan huellas de humanidad y se esperanza. Benditas manos que aplican el ungüento, paliando la fuente del dolor para convertirlo en fuente de vida. 
Ella ya no estaba allí, en aquella cama de su casa donde había muerto. 

Ella vivía en una nueva existencia, desde la cual intentaría alumbrar el camino de los tuyos en la tierra. Quiso enviarles a todos, la misma paz de la que ella ahora gozaba y que se le prometía como eterna. La señora sentía junto a sí misma, la alegría de otras presencias de aquellos que se marcharon y junto al Creador ahora serian todos una sola cosa, en aquel mundo de plenitud y felicidad. 
¡No estéis tristes! Dijo mirando abajo. 
No dejéis de amaros y de sembrar paz, pues corta es la vida aunque vivas muchos años. 
Antes de volver a mirar a la Luz cegadora que la atraía, pensó en su enfermera.
Le mandaría un ramillete de besos en forma de un bello ramo de rosas blancas. Se las haría llegar desde un profundo agradecimiento, por ser profesional, por ser cariñosa… y sobre todo por ser humana y haberle dado vida con sus caricias. 
Hasta siempre, les dijo a todos desde la eternidad.

Este texto escrito por mí, es un pequeño homenaje a Nati, una enfermera A.T.S. del Centro de Salud de Estepa (Sevilla), a la cual la familia de una enferma fallecida le han regalado un ramo de rosas blancas.